Las obras del escritor y orador romano Cicero contienen muchas historias instructivas. Su obra de cinco volúmenes "Tusculan Conversations" ganó gran fama. Fue allí donde el autor cita la leyenda del gobernante Siracusa Dionisio el Viejo y uno de sus socios más cercanos. Esta historia es ampliamente conocida por la fraseología "espada Damocles".
Damocles envidiosos y el tirano Dionisio
"Tusculan Conversations" de Cicero difiere de sus otras obras no solo en forma, sino también en contenido. Este es un tipo de apuntes destinados a una amplia audiencia. El autor expone constantemente su punto de vista sobre cuestiones que le preocupan, así como a muchas personas educadas de la época.
Cicerón consideró el problema central del conocimiento filosófico el problema de encontrar una vida feliz y las posibles formas de lograrlo.
Uno de los fragmentos de la obra del autor romano contiene una leyenda instructiva sobre el tirano Dionisio el Viejo, que gobernó en Siracusa a comienzos de los siglos V y IV a. C., y su más cercano con el nombre de Damocles. Todos los cortesanos sabían que Damocles envidiaba secretamente a Dionisio y siempre hablaban del tirano con admiración y servilismo. El cortesano consideró que su gobernante era la persona más feliz que, durante los años de su reinado, logró todo lo que una persona puede desear.
Dionisio el Viejo sabía de los celos ocultos de Damocles. Motivado por el deseo de enseñar su envidia favorita y secreta, el tirano una vez organizó una fiesta maravillosa, a la que Damocles fue invitado, sentándolo en su lugar. En medio de la diversión, Damocles se horrorizó al ver que una espada enorme y pesada colgaba justo encima de él.
Una cuchilla afilada descansaba en un solo pelo delgado de caballo, listo para caer sobre la cabeza del cortesano.
Al observar la reacción de Damocles, Dionisio se dirigió a los invitados reunidos y dijo que en ese momento, Damocles, envidioso de él, sentía que él, el gobernante de Siracusa, experimentaba cada hora, un sentimiento de ansiedad constante y miedo por su vida. Por lo tanto, no tiene sentido envidiar la posición de un tirano.