Habiendo venido a la iglesia por primera vez para arrepentirse, puede emocionarse, y luego será muy difícil formular correctamente sus pensamientos, puede olvidar lo que quería decir en la confesión. ¿Cómo, estando cerca del sacerdote, recuerda con calma tus pecados y confiesas correctamente?
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Manual de instrucciones
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Es fácil enumerar tus pecados en privado contigo mismo. Pero para abrirlos en presencia de un extraño, se requiere un esfuerzo considerable. Intenta en casa para prepararte para superar la vergüenza. Imagina que vas a ver a un médico y esperar una curación inmediata de él. El sacerdote tiene cientos de personas que no tienen miedo de revelar secretos de su corazón. Si encuentran entendimiento con él, entonces también serás escuchado y justificado.
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Anteriormente, debe recordar y tratar de darse cuenta de su mala conducta. A menudo, el orgullo y la opinión pública no permiten admitir como pecado lo que en esencia es. Por lo tanto, primero debe hablar con su conciencia, comprender lo que le atormenta y priva especialmente de la paz. Perdona sinceramente a tus seres queridos que te ofenden. Este es un paso necesario para un creyente.
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Por lo general, un sacerdote no puede dedicar mucho tiempo a cada confesor. No te ofendas por él. Para no retrasar la cola, es mejor escribir con anticipación en papel lo que considera pecados. Recuerde todos sus malos pensamientos, sentimientos, acciones y luego, en el proceso del sacramento, no se distraiga con la búsqueda de las palabras correctas. Si algo continúa presionándote, si sientes que no puedes decirlo todo, no temas pedirle al sacerdote que no te apure.
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En la confesión solo necesitas hablar de ti mismo. No intentes discutir con los sacerdotes una situación difícil para ti y busca a los responsables. No debes poner excusas en tus acciones. El sacerdote no puede devolverle la paz con antiguos amigos, la pérdida de propiedad o el reconocimiento de su superior. Pero él puede darte paz mental y alegría.
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Lo más importante, siempre recuerda y espera que no haya pecados imperdonables, solo pecados impenitentes. Después de pasar el sacramento de la confesión con la debida diligencia, miras tu vida con una mirada nueva y arrepentida, analizando los hechos y pensamientos, ciertamente obtendrás el alivio deseado,