La comunión, o comunión, es uno de los secretos más importantes del cristianismo. Su importancia y profundidad de significado es un gran tema, pero hoy no es el tema de la historia. Pero consideraremos escrupulosamente cómo comulgar en la iglesia, para que esto beneficie a una persona, pero no perjudique.
La comunión se puede dividir en dos grandes etapas: espiritual y física. Preparación y acto de comunión. Pero, para no confundir al lector con estructuras complejas, damos una explicación consistente de qué y por qué debería hacerse. Entonces, para que el sacramento traiga frutos beneficiosos en la vida de una persona, se sigue:
- Una semana antes del sacramento, prepárese espiritualmente orando y visitando el templo siempre que sea posible. Y el día anterior al sacramento y el mismo día del sacramento, debe estar al servicio desde el principio hasta el final.
- Al menos tres días antes del sacramento, debe ayunar. Ayunar es abstenerse de alimentos de origen animal y evitar entretenerse, celebrar, conversaciones inútiles y vacías, hábitos pecaminosos (fumar y beber alcohol).
- En el día de la comunión, debe venir a la iglesia con anticipación para establecer su "hombre interior" en una ola de purificación.
- Antes de comulgar en la iglesia, cada creyente, mayor de 7 años, debe confesar, por lo cual se le da la oportunidad ante la Divina Liturgia.
- La comunión se lleva a cabo al final de la liturgia, cuando los creyentes se turnan para acercarse a un lugar alto frente al iconostasio: el púlpito, donde el sacerdote se encuentra sosteniendo el cáliz.
- Al acercarse al lugar de la comunión, debe doblar los brazos sobre el pecho en forma de cruz, dar su nombre y, después de la comunión, besar la base del cáliz. Después de eso, el creyente se va al lugar donde los sirvientes dan un "trago".
- Puedes abandonar la iglesia después del sacramento solo si el creyente besó la cruz al final de la Divina Liturgia. Y al salir del templo, debe ser cuidadoso y atento para preservar esos maravillosos dones que recibe un cristiano durante el sacramento.
Es mejor dedicar el día sacramental a la oración y la meditación en Dios, leyendo la Santa Palabra y las reglas para la Sagrada Comunión, haciendo obras buenas y misericordiosas.
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