La pintura de Salvador Dalí "Don Juan Tenorio", escrita en 1949 y estimada por especialistas en 150 mil dólares, fue robada de la galería de Manhattan en Nueva York el 19 de junio de 2012.
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Las circunstancias conocidas y el final de esta historia te hacen verla exclusivamente con humor. Seguramente el genio español se habría reído de ella, ya que hay más que suficiente surrealismo en ella.
Imagine a un guardia que se ha derrumbado del silencio de una galería de arte, a quien un visitante le pidió que fotografiara una de las pinturas. El NY Daily News que informa sobre el incidente no indica por qué, pero el guardia de seguridad, después de haber permitido tomar fotografías sin flash, se hizo a un lado y aparentemente se abstrajo del mundo exterior.
En este momento, el atacante, que no ocultó su rostro de numerosas cámaras de vigilancia, tomó la acuarela de Dali de la pared, la puso en una gran bolsa negra, bajó el elevador desde el tercer piso y salió con calma. El propietario de la galería Adam Lindemann solo extendió sus manos, incapaz de comentar sobre el incidente.
La policía analizó todos los videos realizados en las calles del área de Medisson Avenue. Los guardias intentaron determinar si el ladrón había visitado previamente una institución cultural. Como resultado, ni siquiera fue posible establecer la identidad de esta persona, a quien las cámaras capturaron en buena calidad, y las fotos fueron replicadas por la prensa.
Pero la historia continuó inesperadamente. El personal del museo recibió de repente un correo electrónico en el que se informó que el ladrón o los ladrones estaban devolviendo la pintura. Además, la policía, notificada de la carta, aceptó el paquete directamente en el aeropuerto Kennedy; fue enviado desde Europa con una dirección de retorno ficticia. Un examen confirmó la autenticidad de la pintura, después de lo cual ocupó su lugar anterior. Lo más importante, la obra maestra regresó en la misma condición en que fue robada.
Tal final probablemente se deba al hecho de que los secuestradores no pudieron vender la imagen, y esto no es tan raro. Cuanto más famoso es el trabajo y su autor, más difícil es encontrar a la persona que se atrevió a comprarlo. Es bueno que los ladrones se hayan vuelto civilizados.