El tema de la religión ha sido y sigue siendo el más controvertido en la vida social, social y cultural de la humanidad. La fe se transmite a algunos por la leche materna, mientras que otros permanecen ateos toda su vida.
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Camino a la fe
Todos pueden creer en Dios, para esto no es necesario poseer habilidades especiales o pertenecer a una capa social especial. Independientemente de la familia y el entorno en el que la persona creció, puede ser ateo o creyente. Nadie sabe de qué depende la actitud de una persona hacia la religión. Sin embargo, esta actitud puede cambiar dramáticamente a lo largo de la vida, por ejemplo, un ateo ardiente puede convertirse en clérigo, o viceversa.
En el alma de alguien, la fe está oculta, escondiéndose detrás de la incredulidad externa, y debido a ciertos eventos e incidentes en la vida de una persona, puede estallar. En este caso, es ateísmo forzado, inconsciente, alimentado por la fortuna del destino. Muy a menudo una persona, alegando que no cree en Dios, simplemente trata de convencerse de su ausencia. Es simplemente vital para él, es una respuesta, una reacción protectora. Al cometer pecados, una persona sufre con su propia conciencia y, al menos para justificar de alguna manera estos pecados, se convence a sí mismo de que no hay Dios, por lo tanto, puede pecar y no habrá consecuencias.
Al mismo tiempo, la fe es el camino de regreso, que conduce a Dios y no se esconde de él. Un camino que no justifica los pecados, sino que los reconoce y conduce a la limpieza de ellos. En algún momento de sus vidas, muchos comienzan a buscar un camino hacia este camino por varias razones, ya sea por la insatisfacción con sus propias vidas o por la búsqueda del significado de esta vida. A menudo, tal necesidad espiritual surge solo cuando todas las necesidades inferiores ya están satisfechas, pero no se ha encontrado el alma de la paz.