El abad de la iglesia de Moscú de Elijah el Profeta, el Padre Superior Timofei, fue privado del derecho a realizar los servicios de la iglesia por decisión del más alto clero de la diócesis de la ciudad de Moscú. Esta es una sanción disciplinaria estricta, equivalente, por ejemplo, al hecho de que si un funcionario del gobierno fuera removido de su cargo.
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A fines de julio, el abad Timofei, que conducía un automóvil deportivo biplaza BMW, tuvo un accidente. Su automóvil, moviéndose a alta velocidad, chocó alternativamente contra el Volkswagen Touareg y el Toyota Corolla. Solo milagrosamente lo hizo sin víctimas. Se infligió un daño material significativo. Según datos preliminares, el clérigo estaba en estado de intoxicación.
Este incidente condujo a un nuevo estallido de discusión sobre el carácter moral y el estilo de vida de algunos sacerdotes, que de ninguna manera son un ejemplo de humildad y modestia, según lo ordenado por Cristo, lo que arroja una sombra sobre toda la iglesia. Especialmente cuando se supo que el desafortunado automóvil extranjero, manejado por el abad Timofei, tenía números diplomáticos. Para evitar el escándalo y las acusaciones de indulgencia, los líderes de la diócesis de la ciudad de Moscú consideraron necesario remover al clérigo culpable de realizar servicios religiosos hasta el final de la investigación.
Pero pronto ocurrió una nueva emergencia, aún más escandalosa y triste. A mediados de agosto, el SUV Mersedes-Benz Gelendwagen, que conducía de noche a alta velocidad por la Kutuzovsky Prospekt Moscow, se topó con un grupo de trabajadores involucrados en la reparación de la superficie de la carretera. De un golpe terrible, dos desafortunados murieron en el acto, otro recibió heridas graves. El conductor del SUV trató de escapar de la escena, exacerbando así su culpa. Cuando fue detenido, resultó que el hieromonk Elijah estaba al volante (Semin en el mundo). También estaba borracho. La noticia de esta emergencia ha conmocionado a la sociedad, lo que nuevamente ha provocado duras críticas por el mal comportamiento de algunos miembros de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
El liderazgo de la diócesis de la ciudad de Moscú prohibió a este sacerdote llevar a cabo servicios religiosos hasta el final de la investigación. Además, al darse cuenta de que tales incidentes perjudicaban la autoridad de toda la iglesia, se apresuró a hacer una declaración condenando la conducta de los sacerdotes antes mencionados. Esta declaración también dejó en claro que los responsables de delitos penales deben rendir cuentas en la mayor medida de la ley, y su clero no debe considerarse de ninguna manera una circunstancia atenuante.