En la tradición ortodoxa, la iconografía de las imágenes de la Santísima Virgen María se muestra ampliamente. Esto no es una coincidencia, porque la Virgen María es la principal intercesora e intercesora de la humanidad frente a su hijo, el Señor Jesucristo.
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Actualmente, hay muchos íconos diferentes de la Santísima Dama de la Virgen. Cada una de las imágenes es profundamente simbólica. La iconografía de la Virgen María, como la representación de Dios o de los santos, tiene sus propias características distintivas. En particular, en casi todos los íconos de la Santísima Virgen María, se representan tres estrellas en la ropa de la Virgen María. La ubicación de las estrellas en la maforia (también conocida como homóforo) es la siguiente: dos estrellas están ubicadas en los hombros y una en la cabeza. Esta es la ubicación más frecuente de estas estrellas. Uno puede preguntarse: "¿Por qué hay tres estrellas?" ¿Tiene su propio simbolismo y, de ser así, cuál?
La respuesta a esta pregunta es la siguiente. Tres estrellas en los íconos de la Virgen marcan un gran milagro. La Santísima Virgen María es venerada por la Iglesia como la Virgen eterna, es decir, en el lenguaje ordinario, la Virgen eterna y constante. Esto significa que la Madre de Dios preservó la virginidad tanto antes del nacimiento del Señor Jesucristo, como en el nacimiento del Salvador, así como también después del nacimiento del Mesías.
El credo ortodoxo dice que la Santísima Virgen María concibió a Cristo del Espíritu Santo. Esta verdad indiscutible se refleja en las escrituras del Nuevo Testamento. El mismo Arcángel Gabriel le dijo a la virgen que lo que había nacido en ella sería del Espíritu Santo. Del mismo modo, el credo (la confesión de oración de los fundamentos de la fe ortodoxa, que todavía se escucha en las iglesias ortodoxas durante la Divina Liturgia) sugiere que Cristo nació "del Espíritu Santo y María la Virgen".
Los santos padres de los primeros siglos también escribieron, de acuerdo con el Evangelio, sobre la inmaculada concepción del Señor y Salvador Jesucristo. De particular importancia dogmática fue la glorificación de la Madre de Dios durante el debate sobre las naturalezas de Cristo (siglo V). Los herejes Nestorianos llamaron a la Madre de Dios la Madre de Dios, en lugar del término familiar "Madre de Dios". Sin embargo, los Santos Padres defendieron la confesión ortodoxa, proclamando que María dio a luz en el sentido literal de Dios, la segunda Persona encarnada de la Santísima Trinidad. Y ya en 553, en el próximo Concilio Ecuménico, que se celebró en Constantinopla, se confirmó oficialmente que la Santísima Virgen María es la Orgullo-Virgen, una virgen antes, durante y después del nacimiento de Cristo.