En la tradición ortodoxa, hay cuatro ayunos de varios días que contribuyen a la mejora espiritual del hombre. El 8 de junio de 2015, la Iglesia ortodoxa comienza el tiempo de la Cuaresma de Petrov, que termina el 12 de julio en el día del recuerdo de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
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En la tradición cristiana, hay otro nombre de la Cuaresma de Petrov: la Cuaresma apostólica. El mismo nombre de este período de abstinencia indica la conexión histórica de la Iglesia con las buenas nuevas del Señor Jesucristo, difundidas en todo el mundo por la obra de los santos apóstoles. Los predicadores del evangelio mismos, antes de ir a predicar, estaban en ayuno y oración.
Las menciones históricas de la Cuaresma de Pedro tuvieron lugar ya en el siglo III, y a partir del siglo IV, las menciones de los Santos Padres y maestros de la Iglesia sobre la necesidad de preparación espiritual para la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, expresadas en abstenerse de las pasiones y el ayuno corporal, se vuelven las más frecuentes. De particular importancia en la formación histórica de la Cuaresma de Petrov fue la construcción de iglesias en honor de los apóstoles supremos en Constantinopla y Roma. La construcción de las magníficas catedrales se completó el día de la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo durante el reinado del Imperio Romano por el Santo Igual a los Apóstoles Constantino el Grande en la primera mitad del siglo IV.
Actualmente, el Puesto de Pedro es una parte integral de la vida de un creyente ortodoxo. A pesar de que la Cuaresma Apostólica no es estricta, los creyentes en este momento se abstienen de alimentos de origen animal. Se permite comer pescado todos los días excepto los miércoles y viernes.
Con la abstinencia en la comida, uno no debe olvidar la esencia principal del ayuno ortodoxo: el deseo de mejora espiritual. Los creyentes durante el ayuno a menudo tratan de asistir a la adoración, participar en los sacramentos de la confesión y la comunión. Un lugar especial en la práctica del ayuno está ocupado por el deseo de un cristiano de limpiar su alma de los pecados, así como el deseo de amor, misericordia, humildad, esas pautas morales a las que la Iglesia llama a una persona.