Una persona culta, una persona educada, una persona civilizada, una persona inteligente: apelan sobre tales epítetos cuando quieren caracterizar a alguien que se comporta casi perfectamente en la sociedad desde el punto de vista de la moral generalmente aceptada.
Cuando definen a una "persona culta", en primer lugar significan lo siguiente: ¿una persona sigue las reglas y los modelos generalmente aceptados de normas de comportamiento en la sociedad, una especie de código de honor filisteo? En principio, esta "obligación" del "hombre culto" para con la sociedad termina.
El hombre cultural como objeto social
Es importante para la sociedad que el comportamiento humano esté determinado por el marco de la decencia y la ley. La sociedad, en principio, está dispuesta a aceptar que, solo consigo mismo o con su familia, una persona puede ser cualquier cosa, pero, saliendo por la puerta de su casa, una persona cultural debe accionar un interruptor para habilitar las normas y el autocontrol.
Es decir, en la conciencia filistea, el concepto de una persona culta es una persona bien educada que observa los rituales y la etiqueta: "con extraños", "en público", "en la sociedad". Si una persona que posee todas las formas de etiqueta también tiene una educación superior, entonces, como regla, dicha persona aumenta su estatus social desde el nivel de una persona culta hasta el nivel de una "persona inteligente".
El comportamiento de una persona "fuera de la puerta" no se tiene en cuenta en este caso. "Detrás de la puerta" puedes eructar y asomarte la nariz, gritar y acosar a la familia o al troll anónimamente malvado en Internet, aunque no por dinero, sino solo por el llamado de un "alma apresurada". Pero si ese individuo cede el paso a una anciana en el transporte o sostiene la puerta del ascensor para un vecino, entonces todo le garantiza el estatus de persona cultural.