Salvar el alma es uno de los conceptos fundamentales en el cristianismo. Representa el objetivo principal, el logro del cual se dirige toda la vida de un cristiano, tanto espiritual como físico.
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El hombre es un ser pecaminoso. Incluso en los albores de su existencia, colocó su deseo por encima de la voluntad de Dios, violando así el orden natural de las cosas en el universo. Desde entonces, el hombre cayó en el poder del Diablo y no pudo evitar pecar.
El Hijo de Dios, encarnado como persona, aceptando el sufrimiento y la muerte, habiendo resucitado de entre los muertos, destruyó esta "cadena" que ataba al hombre, le dio la oportunidad de salvar el alma, pero fue una oportunidad.
La salvación y la iglesia
Es importante recordar que una persona no puede salvarse sola, solo Jesucristo puede salvarla. Para hacer esto posible, una persona debe reunirse con Él, convertirse en miembro de su Cuerpo Divino. Esta es la Iglesia; por lo tanto, la salvación es imposible fuera de la Iglesia.
La reunión del hombre con Dios tiene lugar en los santos sacramentos. El primero de ellos es el bautismo, "nacer del agua y del Espíritu Santo". El hombre se libera del pecado original y se le da la oportunidad de no pecar. Es verdad, nadie ha podido aprovechar esta oportunidad: todos los cristianos pecan de vez en cuando al alejarse de la Iglesia. La unidad rota se restaura en el sacramento de la Penitencia (confesión). Otro sacramento, obligatorio para todos los cristianos, sin el cual la salvación es imposible, es la Eucaristía (comunión), en la cual una persona recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la gracia divina.